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sábado, 27 de noviembre de 2010

La fuga a Panamá

Solo la premura de Álvaro Uribe ante la desesperación de la ex directora del DAS puede explicar la decisión del presidente Ricardo Martinelli de concederle asilo sin oír al Gobierno colombiano। Ya no bastaba "llenarla de contratos" para que guardara silencio, como María del Pilar Hurtado le confesó a Daniel Coronell. Entonces Uribe le habría recomendado que "era hora de que pensara en pedir asilo político", y ella le agregó al periodista: "un asilo no es posible sin contactos". Por su parte, ya el mismo Uribe ha reconocido haber "compartido y apoyado que busquen asilo". Este uso indebido de instrumentos internacionales con el propósito de entrabar la justicia -como aconteció con la extradición de jefes paramilitares- puede resultarles contraproducente a sus impulsores.Las explicaciones del Gobierno panameño resultan insólitas. Darle asilo a quien tenía la responsabilidad de una entidad inmersa en una cadena de delitos, cuando la ex procuradora de Panamá ha sido condenada por hechos algo similares, constituye una cínica contradicción y una escandalosa intervención en un proceso judicial colombiano a favor del ex presidente y en contra del Estado. Argumentar para ello un "razonable temor" por la seguridad de la ex funcionaria resulta sorprendente cuando el Gobierno de Panamá no ha vacilado en devolver a indígenas y campesinos que han buscado refugio en ese país para escapar de masacres. Anunciar la decisión como un aporte a la estabilidad resulta una burla de Martinelli. ¿O revela acaso una insinuación de Uribe si se conoce la verdad?Diversos sectores de ambos países piden que se revoque la medida y anuncian demandas en Panamá, en el sistema interamericano y hasta en la Corte Penal Internacional. Es de esperar que las alertas del Gobierno colombiano a sus homólogos se conviertan en una estrategia diplomática que frene otros asilos que al parecer estaban en camino. Ojalá que la visita del ex presidente colombiano a Porfirio Lobo y la Orden Gran Cruz con Placa de Oro, "por su contribución a la democracia latinoamericana" que se le otorgó, no vayan acompañadas de nuevas fugas, ahora hacia Honduras. En buena hora, Costa Rica ha negado las solicitudes de refugio a Sabas Pretelt y a Mario Uribe.Si Álvaro Uribe no ordenó nada ilegal, como lo sostiene, debería instar a sus funcionarios para que respondan ante la justicia. Ayudarlos a que la evadan, lo inculpa. E involucrar a gobernantes amigos o afines para protegerse y encubrir su entorno abre un peligroso frente que afecta la integración con los vecinos.Difíciles eran ya las relaciones con la población panameña. Cada declaración de Uribe sobre el destaponamiento del Darién disparaba los temores de muy diversos sectores por el costo ambiental, el incremento de la migración y la inseguridad en la frontera. En ese país existe un fuerte rechazo a todo lo que pueda involucrarlos en la problemática colombiana. Ahora el malestar no solo se ha incrementado en Panamá, sino que se ha tornado recíproco por la injerencia indebida del presidente panameño en asuntos de Colombia."No nos podemos venir lanza en ristre contra Panamá" dijo la Canciller colombiana, y agregó que al gobierno vecino le quedó "clara la insatisfacción" y que analizará si el hecho amerita una nota de protesta. La situación exige una diplomacia que prevenga la acumulación de malestar social en Panamá contra Colombia y actuar sobre sus causas antes de que se deterioren las relaciones, que no son solo intergubernamentales. Ya la Colombia de Uribe tuvo que vivir costosas experiencias, fruto, entre otras cosas, de la injerencia confrontacional y la insensibilidad presidencial ante las preocupaciones de países vecinos.

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