Con la muerte de Manuel Marulanda “Tirofijo”, se oyen nuevamente las campanas del ingenuo triunfalismo que rodea a la gran mayoría de los colombianos (85%) cada vez que el gobierno y los medios les hacen creer ciegamente que con la muerte de un comandante de las FARC-EP estas se encuentran ad portas de su inminente y reiterado final. Es infundado y alejado de la realidad creer que Alfonso Cano, nuevo comandante del Secretariado del Estado Mayor Central de esta organización guerrillera, por el hecho de ser “político”, negociará prontamente el desarme y desmovilización de una organización armada con más de 40 años de historia y que se sustenta en una fuerte disciplina militar, pero más que todo, su fortaleza se ha construido aprovechando la eterna pobreza rural causada por una profunda crisis agraria, la corrupción administrativa, la desigual distribución de la tierra y la riqueza, la exclusión política, entre muchas otras situaciones. El fin de la guerrilla debe ir de la mano con el fin de las causas que la alimentan y justifican.
En el caso colombiano se debe tener claro que se está frente a una guerra o conflicto de baja intensidad militar y larga duración, que gravita sobre dos ejes que son dinámicos: el político y el militar, lo que nos indica que no siempre los golpes militares determinan el curso de la guerra.
Con la muerte de Manuel Marulanda, el más beneficiado no fue el país (es absurdo creer esto), tampoco el presidente Uribe, el gran triunfador fue el Ministro de Defensa Juan Manuel Santos (primo del vicepresidente y miembro de la familia dueña del grupo editorial más grande de Colombia), quien se perfila como fuerte contendor de Uribe en la carrera por la presidencia en el año 2010. No es gratuito que el Ministro de Defensa se muestre tan amable ante medios de comunicación (Revista Semana y Noticias Uno) que el presidente ha calificado públicamente de apátridas y enemigos de la democracia.
Si el gobierno y los medios tienen la razón, el próximo artículo que escriba debe ser sobre la rendición incondicional de las FARC-EP (nadie se acuerda del ELN, guerrilla que controla gran parte de Arauca, el Catatumbo y el Sur del Departamento de Bolívar), pero como no será así, escribiré sobre propuestas alternativas de humanización de la guerra.
Luis Fernando Trejos Rosero
En el caso colombiano se debe tener claro que se está frente a una guerra o conflicto de baja intensidad militar y larga duración, que gravita sobre dos ejes que son dinámicos: el político y el militar, lo que nos indica que no siempre los golpes militares determinan el curso de la guerra.
Con la muerte de Manuel Marulanda, el más beneficiado no fue el país (es absurdo creer esto), tampoco el presidente Uribe, el gran triunfador fue el Ministro de Defensa Juan Manuel Santos (primo del vicepresidente y miembro de la familia dueña del grupo editorial más grande de Colombia), quien se perfila como fuerte contendor de Uribe en la carrera por la presidencia en el año 2010. No es gratuito que el Ministro de Defensa se muestre tan amable ante medios de comunicación (Revista Semana y Noticias Uno) que el presidente ha calificado públicamente de apátridas y enemigos de la democracia.
Si el gobierno y los medios tienen la razón, el próximo artículo que escriba debe ser sobre la rendición incondicional de las FARC-EP (nadie se acuerda del ELN, guerrilla que controla gran parte de Arauca, el Catatumbo y el Sur del Departamento de Bolívar), pero como no será así, escribiré sobre propuestas alternativas de humanización de la guerra.
Luis Fernando Trejos Rosero
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